sábado, 26 de marzo de 2011

Pornografia en Colombia

La Cipriani García es la única familia en Colombia que vive del porno. Este año han logrado el contrato más grande de pornografía que se ha hecho en la historia de Colombia: deben producir para la mítica firma Penthouse 140 escenas que saldrán en sus canales y páginas en todo el mundo.

"Johnny, meta el pene en el hueco de esa camilla de masajes, para tomarle una foto mientras ella se lo chupa –dice Andrea García, su hermana. Detrás está Toto García, su papá. Y en la cámara Cristian Cipriani, el esposo de Andrea."

 Este contrato significa bastante dinero, pero además mucho prestigio en la industria del sexo. Producir para Penthouse es como si Víctor Gaviria filmará con Paramount. Pero del otro lado está el compromiso de manejar tanto presupuesto.

El valor de una escena en Colombia puede oscilar entre los mil y dos mil dólares. La productora de los Cipriani García, 17/26 Producciones, dueños de la página más grande de porno en Colombia (www.7labios.com), puede filmar cinco escenas en un día.

La suma de dinero que ganan queda en familia. Ellos no dicen cuánto ganaran en total con Penthouse, pero si se indaga un poco se hacen sumas.

En la producción, que depende de Cristian Cipriani, hay que contar con el uso de una cámara HD, un kit de luces de fotografía fija, un equipo de sonido profesional y los computadores para capturar y editar las escenas. Aunque los equipos son de ellos, el alquiler en el mercado colombiano de estos elementos sobrepasa el millón de pesos.
El arriendo de las locaciones donde filman oscila entre los 300 y 500 mil pesos diarios. Johnny se encarga de conseguir los sitios, pero su verdadero talento a sus 24 años es ser, quizá, el actor porno más experimentado del país. Al principio Andrea, su hermana, salía del set para no ver sus primeras actuaciones, pero para ella ya es bastante normal verlo desnudo y hacer chistes sobre el tema.
El vestuario y el styling corren por cuenta de Andrea, quien por jornada debe comprar al menos cien mil pesos en ropa y objetos, porque algunas de las actrices se “llevan” las cosas.

Alonso García, o Toto, como lo conocen en el medio, se encarga del transporte, de los domicilios de comida, de los encargos imprevistos ‒condones, lubricantes, juguetes sexuales, medicamentos‒ y hasta de conseguir lo inconseguible: actrices afro, adolecentes con rasgos orientales o hasta señoras de más de sesenta años de edad.

Andrea, de 29 años, es una experimentada directora de cine para adultos.  A los 19 ya estaba involucrada en el mundo de la televisión, con un programa de sexo en Medellín. No se le pasa un detalle. En plena toma, mientras se chupa un  bombón frente a las actrices, les pide con señas de mimo que abran las piernas, que se lubriquen con sus dedos la vagina, que saquen el coxis, que el sexo oral parezca la lamida del último helado del Sahara y que giman con los dolores y el placebo de una anestesia epidural. Pura actuación, y eso en pesos es difícil de cuantificar.


Todos los días llegan a las oficinas de 17/26 alrededor de cinco a ocho chicas.




El valor en Colombia de una actriz varía mucho. Depende de la chica, de su trayectoria, de su figura, de su estado físico, pero más que todo de su actitud. A las prostitutas se les paga 100 dólares por escena. Las “prepago” se le miden hasta por 300 dólares. Las profesionales pueden llevarse hasta 500 dólares. Conseguir encargos extraños, como una mujer de la tercera edad, no es tan costoso, pero sí muy difícil para que “lleguen”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario